Hazlo (el cortometraje completo)

He tardado pero aquí está.

Los subtítulos en inglés corren a cargo de mi amigo Pablo Carrascosa González.
Si quereis saber de qué va la historia (por qué he hecho un cortometraje), pinchad aquí.

No dudeis en comentar.



Peli en casa

Lúa, Susana, Dani y Juan Luís preparados para ver buen cine, palomitas y cerveza en ristre.
En COLOR PERSONA -teatro- estamos inmersos en el montaje de mi nueva obra, Averroes en los no-lugares.
La forma de trabajo está siendo parecida a la que usamos con Nerón. Fuego de mierda.
Esta vez el equipo ha vuelto a mutar. Se mantienen, por supuesto, Lúa Santos y Daniel Sergio Pardo, pero contamos en esta ocasión con mis dos actores en el cortometraje Hazlo, Juan Luís Gill y Susana García.
Entre ensayos puros y duros, poniendo de pie el texto que estoy escribiendo y re-escribiendo constantemente (la segunda parte de la obra está surgiendo del trabajo con la primera), dedicamos días al estudio y la reflexión. Para ello estamos usando el cine. Pero no para copiar modelos, ni mucho menos, sino para abrir el debate acerca de temas que estarán presentes en Averroes.

Por ahora hemos visto:
Human Nature, de Michel Gondry, con la que hemos debatido acerca de la imposibilidad del retorno a lo primitivo, a lo natural, a la tierra.
Madre e hijo, de Aleksandr Sokurov, donde hemos girado en torno a las relaciones con la madre, con el pasado, con el hogar.
Stalker, de Andrei Tarkovski, acercándonos a la fe, la pérdida de la misma y las atmósferas que era capaz de crear el genio ruso.

Me alegra mucho ver a mi grupo involucrado (aunque cueste ver pelis a ciertas horas, con el sueño mordiéndonos los talones). De hecho, en alguna ocasión se han llevado mi copia de la película para echarle un vistazo en casa, completar el trabajo y, si han dado alguna cabezada, no perderse ninguna escena.

Espero, y creo que va siendo así, que estas películas estén influyéndoles no solo en su actuación y en el montaje de Averroes, sino en su vida diaria y en su formación como artistas.

Las veladas, desde luego, están siendo muy agradables, siempre acompañadas de palomitas (tiene razón Dani, masticar ayuda a mantenerse concentrado), té, cervezas, patatas, encurtidos (las nuevas aceitunas están mejores, os lo aseguro, las he aliñado yo), licores o lo que se quiera.
Deseo que mi equipo se sienta en su casa cuando estén en la mía, sobre todo porque Averroes debe ser un proyecto prácticamente familiar.

Ya van surgiendo los primeros roces, las primeras disculpas, las primeras complicidades y montañas de anécdotas compartidas de la vida de cada uno.
Poner en pie la propia obra de uno es una gozada, pero imaginaos si a eso le sumo conseguir que mi grupo se sienta una familia.

Autoconmiserables

Últimamente veo aparecer iniciativas, por llamarlas de algún modo, que tienen que ver, en principio, con la cultura en Córdoba.
De acuerdo, quizá sea el mismo fenómeno que sucede cuando la novia tiene un retraso en la regla, que uno ve embarazadas por todos lados. Y en estas, con tanto cartelito de Córdoba 2016, puede ser que me fije más de la cuenta.
Uno, en su último reducto de inocencia, se acerca algo timorato a aquellas que son generadas por jóvenes o que, cuando menos, no tienen demasiado que ver con la administración pública.

Una vez, construyendo una fuente en una comunidad en la que pasé un verano, metí la mano en un avispero y me llevé clavados cuatro aguijones a la vez, cuatro.

Se crea una asociación que pretende tender un mantel para el diálogo entre los creadores, con especial hincapié en la literatura, en Córdoba. Y ahí que voy yo, virtualmente, claro, a meter la mano para ver qué palpo y de qué va el tema.
Y claro, qué mejor que rebuscar un poco en el blog de dicha iniciativa y leer su manifiesto fundacional.
Vale, ya la jodimos. No hay manera de pasar de la primera linea para encontrarse con unos puntos suspensivos que, en lugar de tres, son... ¡siete!
Y, desde ahí, de mal en peor. Comas donde no deberían estar, otras que faltan, puntos en mitad de una frase e incoherencias gramaticales en un texto de cinco líneas exactas (sin contar la firma).

Voy recordando que se trata de una iniciativa que pretende "aunar las disciplinas del arte y la literatura" (¿el arte es una disciplina? ¿La literatura no es parte del arte y hay que aunarla? Bueno, esto para otro post).

Y, ahora, el momento de los aguijones.
Se me ocurre dejar un comentario escrito advirtiendo que, de entrada, todo mi apoyo pero que, hasta donde yo conozco, no es la mejor tarjeta de presentación un manifiesto de un proyecto que tiene que ver con la literatura que esté plagado de errores gramaticales.

Ojo, es un documento hecho en photoshop u otro programa de diseño gráfico, es decir, que nada de "es que escribo muy rápido con el teclado y se me pasan los errores".

Ya está, dejo un comentario en un espacio público que tiene habilitada la opción de dejar comentarios.

Día siguiente (mentira, horas) y arranco el ordenador para encontrarme con un aluvión de mensajes poniéndome a caldo.
Que si quién soy yo para dar lecciones de ortografía, que qué me he creido y, el que más me ha hecho ilusión, que, y cito textualmente, "no es mejor apoyar iniciativas q estan en fase d germinar y luego ya comentar?en cordoba x desgracia hay mucha tendencia a eso, en todos los sectores.tiempo al tiempo".

¡¡Tatachán!!

Ahora resulta que una iniciativa, si está empezando, o si es de Córdoba, o si es "cultural", no puede ser advertida de que se presenta al mundo con un manifiesto lleno de errores o, lo que es lo mismo para mí, cutre a más no poder.

Creo que ya comenté en algún foro (no de internet, sino de la vida real) que estamos más que acostumbrados a darnos palmaditas en la espalda sin haber puesto nunca en entredicho el producto que ofrecemos (bueno, salvo a la espalda, en las charlas de bares, donde menos se necesita). 
No llegaremos a hacernos a la idea de que cuando uno presenta algo al público tiene que cuidar lo que está haciendo. Si vas a escribir como el culo y te la suda, pues lo escribes y lo guardas en tu puto cajón, que para ti es y debajo de mi manto, al rey mato, pero si acabas "proponiendo al espectador que sea un cómplice con nosotros" (las tildes son mías) tienes, por lo menos, que revisar y poner en tela de juicio lo que sacas a la calle.

Si un vecino mío imbécil hace una silla con tres patas, me voy a la tienda a por una para sentarme y no se la compro porque sea vecino. Eso se hace con los mantecados de navidad de los institutos, que suelen ser malísimos, porque vamos a ayudar al niño de un amigo, pero en cuestiones culturales, te metes la caja de polvorones rancios por donde yo te diga.

Y luego nos enfadamos si el diario Córdoba no nos dedica un apartado para glorificar nuestra opera magna.
Pobrecitos los creadores cordobeses, que necesitamos un trato especial.